Un paseo por El Junquito



A decir de sus cronistas, El Junquito ha sido un espacio de esparcimiento y recreación desde los años 50 y somos muchos los caraqueños quienes, en diferentes épocas, hemos ido a este lugar buscando despegarnos de la cotidianidad y bullicio de la ciudad. Hoy muchas cosas han cambiado.

Hace poco llevé a mi hija para allá, quizá pensando que todo permanecería inmóvil en el tiempo, que me sentiría igual que en años anteriores, que mis hermosos recuerdos tomarían vida nuevamente. Pero no fue así, me equivoqué.

Mientras recorría la vía, desde el kilómetro 0 hasta el pueblo de El Junquito (municipio Libertador y municipio Vargas), observé mucha desidia gubernamental, mucho abandono: botes de agua, derrumbes, huecos, fallas de borde, basura y una política turística inexistente, entre otras cosas. Además, vi muchos, pero muchos perros abandonados, cientos de ellos mojados, pasando frío, hambre, solitarios, a la buena de Dios y con una cara de tristeza que me carcomía el alma. Solo pensé, pues, cómo esperar que los protejan si no son capaces de atender ni las necesidades de la gente.

La verdad, el paseo se torno gris, sombrío. Lo único que logró levantarme el ánimo fue la sonrisa de mi hija mientras paseaba a caballo, la buena comida y la gentileza, cariño y atención de la gente. Gracias a ellos El Junquito sobrevive y tiene esperanzas de convertirse en algo mejor.

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