Cosas que valen la pena no ignorar




Foto Callesdecaracas.blogspot.com



Hoy me tocó salir a visitar un lugar que rara vez frecuento, en realidad sólo voy cuando debo realizar algún trámite personal, aunque con anterioridad era la ruta hacia mi lugar de trabajo. Sin embargo, mientras me trasladaba iba pensando la cantidad de veces que pasamos por un sitio de ida y vuelta, siempre por ahí, sin pensar, sin parpadear, sin ningún tipo de reacción emocional.

Diariamente vamos despavoridos corriendo contra el tiempo, viendo hacia el frente o mirando sin mirar, es decir, absortos en nuestras preocupaciones, problemas, deudas o cosas pendientes por resolver, vamos haciendo camino sin hacer camino al andar. Esto en realidad nos pasa a todos, es un síntoma común de nuestra cotidianidad, tenemos tantas cosas que hacer que terminamos viendo una parte de lo que está a nuestro paso y que sabemos que existe porque es parte de nosotros y de nuestro recuerdo. Es una tradición, una costumbre, algo que no disfrutamos pero que terminamos por extrañar en demasía si nos toca partir a otra ciudad u otro país.

Pero hay muchas otras cosas que hemos mal aprendido a ignorar, cosas verdaderamente hermosas que calman el alma, refrescan la vida y nos producen una felicidad interna que difícilmente podemos compartir, para no pasar por locos, pero que nos regalan una sonrisa y un bienestar maravilloso.

Notar por ejemplo que el reflejo del Sol tiene un brillo particular en esta época del año y que nos transmite serenidad, ver una plaza que a pesar de tener siglos de construida se mantiene inmune a los conflictos pasados y presentes, ver que el funcionario ha tenido paciencia a las incongruentes explicaciones de la anciana y no se ha molestado por ello o percatarse de que aquel sitio de comida que tanto te gustaba aún sigue abierto y con la misma calidad. Ver, simplemente ver, ver, observar y disfrutar.

Tal vez Pérez Reverte diría que hay gente que debería desaparecer de la faz de la tierra, cosa con la que en realidad estoy de acuerdo, pero aún quedan muchas cosas, personas, gestos, experiencias, paisajes y comportamientos que bien valen la pena no ignorar. Nuestro día a día está rodeado de belleza, de alegría, de cosas maravillosas que no percibimos porque anteponemos lo negativo a lo positivo, y esto no significa, bajo ningún punto de vista, que obviemos aquello que está mal o que nos perjudica como sociedad, sino que aprendemos a valorar en su justa medida y a disfrutar de una vida que tarde o temprano se va y no vuelve.

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