Las indias chismosas

La india María Lorenza y su hija María Manuela vivían en la parroquia de Los Teques, pero de vez en cuando se iban hasta Antímano a realizar algunas diligencias, y porque no, para enterarse de las últimas noticias ocurridas en las zonas aledañas.
Estas indias siempre estaban pendientes de todo lo que sucedía a su alrededor y todo cuanto escuchaban lo repetían como dos loritos, sin embargo, como buenas chismosas a todo hecho le agregaban condimento y, por supuesto, hablaban más de la cuenta, cosa que por cierto metía en problemas a más de uno.
Un día, estando ellas en Antímano, escucharon, supuestamente, que los indios José del Rosario Flores y su esposa María Inocencia Flores, iban a dar un festín durante el día de Nuestra Señora del Carmen para celebrar la venida de Simón Bolívar. Esto pareciera no tener mucha importancia, pero en 1817, en plena Guerra de Independencia, era un problemón de marca mayor.
El chisme del festín, comentado por María Lorenza y su hija, corrió de boca en boca y se propagó con la velocidad de la luz. Tanto fue así, que llegó a oídos del Sargento de Catia quien lo comentó al Capitán y éste a su vez al Teniente de Justicia, Gobernador y Capitán General de Venezuela. Este último decidió tomar cartas en el asunto e inmediatamente mandó a apresar a la familia Flores, incluidos sus hijos María Cayetana de 15 años, Bernabé Antonio de 10 años, María Teodora de 8 años, Pedro José de 6 años y José María de apenas 2 meses de nacido.
Este caso llegó al Consejo de Guerra Permanente, que consideró que hacer un festín al insurgente y traidor de Bolívar era un acto de suma gravedad y una infidencia, así que decidió mantener presa en su casa a la señora Flores y sus hijos, mientras que al pobre José del Rosario lo condenaron a 6 años de prisión en una cárcel de Puerto Rico, prohibiéndole además, regresar a la provincia de Venezuela.
José del Rosario estuvo preso durante un largo año, y digo largo, porque en la cárcel el tiempo se estira y se estira a tal magnitud, que un día parece una semana, una semana un mes, un mes un año y un año una eternidad.
Pero la suerte, combinada con la ayuda del Fiscal Protector de Indios y la esperanza nunca perdida de José del Rosario, llegó. Tarde, pero al fin y al cabo llegó para poner en libertad a un hombre indio que fue injustamente calumniado por otras indias, que no eran vecinas de su pueblo, tenían mala conducta y desaparecieron sin dejar rastro alguno.


Fuente: El fiscal por el indio tributario José del Rosario Flores y su familia por sospechosos de injuria. Caracas, 1816. ANH.

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